Mi encuentro con los amigos fieles. Con un poco de nervios y con los dedos humedecidos empecé a tocarme mi vagina haciendo movimientos muy sutiles y delicados, como me gusta. Comencé a imaginarme sin filtros todas las alternativas sexuales, todas esas imágenes tan excitantes que solo la imaginación propia puede crear.
Estaba acariciándome esas partes de mi cuerpo que me encantan, dándome amor y disfrutando de un placer tan genuino que solo yo me puedo dar. Sintiendo el leve cambio de textura de la piel de la cintura y las caderas, subiendo para chuparme los dedos y bajando para humedecerme.
Aunque me daba placer con recurrencia, esa tarde había un invitado que me ponía un poco nerviosa; nerviosa porque no nos conocíamos, nerviosa porque no sabía qué esperar y nerviosa porque nunca pensé que iba a usarlo tan joven.
Estaba un poco húmeda y decidí agarrarlo e intentar introducirlo con la velocidad mínima, pero el hecho de que fuese una réplica plástica de un pene no me terminaba de convencer y en ese momento introducirlo todo no era tan placentero.
Así que, respetando mi cuerpo y probando mi nuevo vibrador decidí solo frotarme el delfín que traía en mi clítoris… Una experiencia muy prometedor para ser «la primera vez».
Inicié una época en la que jugaba con él muy a menudo y es que el hecho de tener varias velocidades de dildo y de delfín, opción de rotación, vibración y reversa más todo lo que mi imaginación y mis manos podían hacer era conocer y apoderarme de la tierra prometida.
Durante los primeros meses, experimenté orgasmos larguísimos y sensaciones de cosquilleo que parecían eternas, mi deseo sexual permanecía despierto y la humedad de mi vagina me despertaba casi a diario. Mi sexualidad entró en una nueva etapa y mi vibrador significó atreverme a jugar mucho más con mi cuerpo.
Recuerdo que cuando estaba en secundaria se hacían muchas bromas sobre los vibradores y aunque no entendía a la perfección cómo funcionaban, las repetía. En ese momento nunca pensé en usar uno porque había aprendido que eran para mujeres “vulgares, viejas o necesitadas”, ¿por qué lo usaría yo entonces?
Sin embargo, en unos cuantos años, al tercer día de mudarme al otro lado del océano decidí comprármelo. Me causa risa recordar la vergüenza que sentí al comprarlo y el contraste con la tranquilidad del muchacho que me explicaba cómo limpiarlo mientras me daba la factura.
Había una pared llena de opciones y en el primer momento me sentí perdida con tantos colores y formas. Estaba decidida que no quería un simple dildo, si iba a invertir lo iba hacer bien y me decidí por uno rosa de tamaño grande, con delfín, 8 velocidades de vibración y rotación, baterías incluidas y ¡hecho en Alemania! Era una belleza.
Estaba emocionada e intrigada por usarlo, pero cuando llegué a mi casa lo puse a un lado como si no tuviera importancia y seguí haciendo mis cosas aunque su presencia me desorientara.
Decidí abrirlo con mucha curiosidad de conocer su textura y de su potencia, miedosa lo lavé siguiendo las indicaciones del vendedor y con un poco de nervios, inicié una relación con mi vibrador. Sin duda alguna, mi cuerpo y mi mente le tienen un cariño especial, tanto así que mientras escribo esto él está a mi lado.
Con amor,
Tlazolteot
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Portada: Hectorlo