La maternidad ha sido celebrada y enaltecida, con mucha razón, por siglos y siglos hasta hoy, pero… ¿qué pasa con las mujeres que no quieren ser madres? Son muchas las razones por las que una mujer puede decidir no convertirse en madre; infertilidad, soltería, situación social y… por poner sus metas personales o profesionales sobre el «sueño» de convertirse en madre. Momento… ¿es realmente este un sueño que todas las mujeres comparten?
Para Milagros Romero, comunicadora feminista, la maternidad es una construcción cultural. «Es decir que la forma en la que ejercemos la maternidad es aprendida socialmente, a las mujeres desde que somos niñas nos enseñan a cuidar, a chinear, a cambiar pañales, etcétera, a través de los juegos y con ese aprendizaje interiorizamos la idea de que la maternidad es algo natural», explica.
Para algunas/os, el asunto adquiere una dimensión bíblica a través de la frase «maldito el árbol que no da frutos»; sin embargo, para la teóloga María López Vigil, la aplicación de esta frase a la maternidad se relaciona con una concepción vacía del mundo. «Conozco a muchas mujeres que no quieren tener hijos porque tienen miedo al futuro. No es por egoísmo, es por entender la realización personal de una forma que no es solamente biológica», reflexiona.
«Es una frase tramposa igual que muchas otras que se usan para hacer creer a las mujeres que es su naturaleza tener hijos, y es más tramposa todavía porque es una frase que viene de un libro que la gente respeta mucho, como es la biblia, entonces es como decirle a las mujeres, que si no tienen hijos, eso es mal visto ante los ojos de Dios. Si esa frase la aplicamos a todos los que no tienen hijos, los sacerdotes y las monjas estarían malditos también, lo mismo que las personas que por razones biológicas no pueden tener hijos aunque quieran. Yo no soy teóloga, pero lo que puedo decir es que los textos de la Biblia fueron escritos hace demasiado tiempo como para que todavía en pleno siglo XXI constituyan una referencia moral. Y por otro lado, puedo decir que a mí me parece que los principales frutos que puede dar una persona no son los hijos, sino el bien que hace a quienes le rodean, las enseñanzas que deja en el entorno que vive, los afectos que construye, las alegrías que multiplica», expresa Milagros, quien es también investigadora de “Maternidades en mujeres jóvenes activistas feministas”.
A Lucy Medina, quien espera a su primogénito, esta frase «no le llega al corazón», a pesar de estar embarazada. «He aprendido a valorar a las mujeres que me rodean por otros aspectos».
Si han decidido no embarazarse y no cuidar niños o niñas es porque otras cosas son más prioritarias en su vida y sobre todo las hacen muy felices. Conozco muchas mujeres que no son madres y las percibo felices, completas y realizadas», cuenta.
Entonces… ¿existe el deseo de convertirse en madre?
Claro que existe. Como explica Milagros, el deseo de ser madres puede existir. Puede haber mujeres que sientan que quieren ser madres; sin embargo, nos dice que hay que sospechar siempre de los deseos porque en una cultura que enseña que la maternidad es una forma de realización, las mujeres no tienen la posibilidad de negarse a este destino.
En ocasiones este deseo es llamado «instinto materno». Para Mariana Rivas, mamá y bloguera de El blog de tu madre, este es un mito. Ella explica que cuando se convirtió en mamá aprendió a leer las señales que su hijo le daba. «Lo que pasa es que por todos lados nos bombardean con la imagen de la mujer que es feliz con sus hijos y su marido y que vive solo para ellos, entonces algunas mujeres creen que ese deseo que te mete la publicidad, la familia y el resto del mundo es el ‘instinto materno’, pero no es más que un condicionamiento externo», puntualiza.
«Al Estado, a la sociedad y a los hombres en particular les conviene que las mujeres sigamos creyendo que nuestra función en la vida es reproducirnos y cuidar», afirma Milagros.
Según Milagros puede ser que muchas mujeres ya no hagan solo eso, es decir, que son madres, cuidadoras, educadoras, pero también profesionales o trabajadoras fuera de la casa. Sin embargo, esas mujeres siguen siendo las que se ocupan del cuidado, por lo tanto tienen dobles y triples jornadas.
«Ese trabajo de gratis que hacen las mujeres por amor a los hijos no sólo explota laboralmente a las mujeres, sino que las deja sometidas a un espacio doméstico que no es reconocido socialmente, pues los trabajos de cuidados se consideran de menos valor que los trabajos productivos. Esto exime completamente a los hombres de su responsabilidad. No es casual que la irresponsabilidad paterna en este país sea tan alta, y que aún habiendo leyes punitivas para estas prácticas, los hombres siguen asumiendo una postura irresponsable. Eso ocurre porque la educación sexista hace que los hombres crean que el cuido, la crianza y la vida de los y las pequeñas es una tarea de las mujeres», agrega Milagros.