A Ernesto López muchos lo conocen como Matute, baterista de La Cuneta Son Machín. Sin embargo, su entrega por el cuidado del medio ambiente y la manera en que lo ha entrelazado con la música es quizás su mérito más consagrado.
Matute recuerda que desde niño tuvo bastante sensibilidad hacia el tema ambiental y la música fue el conductor indicado. A los cinco años ya recibía clases de batería y a los nueve ya tocaba en un grupo llamado Letal, junto a su hermano. Desde entonces ha estado en distintas bandas como Vortex, Cargacerrada, Manet, etc. A partir de ahí ha experimentado con estilos alternativos y bohemios que lograron convertirlo en un músico polifacético e integral.
«Tuve la suerte de viajar mucho por el país y eso me hizo tener más conciencia sobre el tema. Hace ya unos 10 años formé parte del Rock Nica Ecológico con varios colegas músicos fuimos sensibilizando bastante, haciendo jornadas de limpieza, así conocí el Macizo de Peñas Blancas y me enamoré del lugar. Entonces fui cuestionando un montón nuestro estilo de vida y de ahí formamos un centro cultural donde se imparten clases de música, de yoga, capoeira y un montón de disciplinas que de alguna manera sensibilizan a los jóvenes del Macizo de Peñas Blancas», expresa.
Dicho centro cultural es Crea, un colectivo que promueve buenas prácticas agroecológicas y permacultura en el Macizo de Peñas Blancas a través de la educación y el arte. La meta ahora es expandir y reproducir la idea en otras partes del país con los mismos objetivos de protección ambiental.
Matute también es miembro fundador de Misión Bosawás, cuyas actividades lograban ofrecer alternativas creativas e inspiradoras hacia el tema del cuidado del medio ambiente. Por ejemplo, el Festival Ecológico que se realiza cada año es fruto de esa iniciativa y para él ha sido «algo hermoso porque ha ido creciendo cada año, hemos tenido más conciertos más actividades y más bandas». No está de más destacar que sus intenciones de proteger el pulmón de Centroamérica se ven reflejados en el documental El canto de Bosawás, donde su viaje a la reserva es el hilo conductor de la historia.
Una de las experiencias en las que el cuidado por nuestro planeta y la música se han visto envueltos en una sola vertiente fue cuando hizo una gira por México con una agrupación estadounidense llamada Ginger Ninjas. Ellos tienen un sistema de energía con dinamo que se genera con bicicletas, así logran mantener un buen sonido durante los conciertos, e incluso transportan todos los equipos e instrumentos a través de unas bicicletas especiales.
«Fue un desafío físico de mucha disciplina y a la vez una experiencia maravillosa, porque andar casi 800 km por México durante un mes y medio fue increíble. Además de que armábamos un concierto en los parques, universidades libres de cualquier energía convencional y eso hizo que uno de mis sueños sea traer esa agrupación aquí y hacer una de esas giras. Son cosas que van de la mano con ciertos valores de respeto al planeta, entre menor sea nuestro impacto sobre la tierra más estamos contribuyendo al desarrollo de las futuras generaciones», afirma.
Escrito por Malva Izquierdo
Fotos cortesía de Margaux Altena