Quiebraplata y Oscurana es un nuevo emprendimiento teatral en Nicaragua. El grupo está en experimentación y formación permanente. Como las luciérnagas, tienen sus tiempos de oscurana pero con el tiempo vuelven a iluminarse.
En esta ocasión hablamos con Mónica Ocampo, la directora del grupo. “No creemos en algo que se hace de un día para otro”, nos dijo, por eso utilizan la oscuridad en la que nadie los ve para crear luz.
El deseo de hacer algo propio, que vinculara a Argentina y Nicaragua más allá del “vos”, fue el impulsor para crear Quiebraplata y Oscurana hace cinco años en Mendoza, Argentina. Para entonces, Mónica vivía allá, “en mi ciudad, mi otro lugar”, dice. Ella y otras actrices querían un espacio para emprender la búsqueda de una nueva manera para crear tras diez años de trabajar juntas.
“No en todos los espacios te sentís completamente cómodo o podés llevar a cabo las ideas”, explica Mónica. Es por ello que la finca donde ensayan es una zona de creación colectiva, donde valen las ideas de todos/as. “Ellos proponen y yo propongo. Así componemos una obra”, cuenta la directora, quien, más que todo, da síntesis: una mirada ordenadora que se encarga de provocar a los artistas para fomentar la creatividad. “He sido la directora desde el comienzo, un poco por azar y otro poco por vocación”.
«No puedo vivir sin hacer teatro. A las dos semanas de haber tenido a mi hija ya estaba trabajando»
Volver ha representado para Mónica un cambio enorme. “Había llegado a un punto en mi vida en el que tenía que venir a Nicaragua o decidía que era argentina. Porque cuando vivís mucho tiempo lejos, seguís diciendo que sos de un lugar solo por decirlo”. En abril del 2012 pasó de vivir en una llanura al este de la cordillera de Los Andes, al trópico que creía era parte de ella, pero se dio cuenta que no le encanta el mar como antes pensaba. “No elijo dónde nací, pero elijo de dónde soy”, reflexiona.
- ¿Cómo influyen estas experiencias andariegas en el teatro que hacés?
Mi historia está marcada por el teatro, más bien. Lo que a mí me llama la atención es que no hay un solo mundo, ni una sola realidad. A mí me ha marcado mucho, primero porque me ha marcado mucho (haber vivido en Argentina) y segundo por poder aprehender lo que significa ser de un lugar o no y poder elegir.
- ¿A qué te ha enfrentado tu regreso a Nicaragua?
Al urbanismo; es brutal, muy hostil. Aún ahora que hay un esfuerzo por recuperar el centro, acá yo no me he animado a hacer teatro en la calle, por ejemplo.
- ¿Cómo es el público nica?
Acá el público es muy desigual. Tenés a un público con un nivel académico mayor, que no lo hace más culto, simplemente tiene un mayor poder adquisitivo. Y otro público más sencillo con el que me encanta trabajar, porque es agradecidísimo y hay un diálogo siempre.
“Yo tuve un maestro que tiene un trabajo poético maravilloso. Arístides Vargas. Yo lo increpaba y le decía: “perate, Arístides, ¿y el teatro popular?” y lo que él me dijo es que hay que hacer un teatro para el ser humano, en primer lugar para el que lo hace y después para el público”.
- ¿Cómo manejan este diálogo con el público popular nicaragüense desde Quiebraplata y Oscurana?
Quiebraplata busca un lenguaje más complejo, pero no hermético. Es decir, más elaborado pero digerible. Queremos darle puertas de entrada al espectador.
- ¿Un verdadero diálogo? ¿Interacción?
No se trata de una conversación cerrada que tiene público. Por algo los invito a que estén ahí. Es un teatro en el que conversamos con el público, podemos conversar con el cuerpo, con el corazón, con el tono.
Después de haber dirigido Pinocho y haber montado A esa hora y en esos lugares, Mónica y los integrantes de Quiebraplata y Oscurana están trabajando una nueva obra de la cual no pueden dar una pista. «Yo no tengo claro los resultado, solo tengo imágenes iniciales. No quiero decir una cosa y que después resulte otra», comenta Mónica. «Pero todo tiene que ser bello, aunque sea horripilantemente bello. Y con bello me refiero a lo estético, tiene que provocar», concluye.
Actualmente el grupo está conformado por Kenya Martínez, Eduardo Espinosa, Nabucodonosor Ganímedes, Luna Citlalli y Yaoska Urbina, bajo la dirección de Mónica Ocampo.
Escrito por Francisco A. Soza