En el transitado mundo musical siempre se vienen a la mente esos grandes íconos del Rock de los años 60’s y 70’s. Personalidades como Bob Dylan, Robert Plant, John Lennon, Jim Morrison (y un largo etcétera) rememoran una época donde la magia de la música permeaba en cada disco que veía la luz y ciertamente marcaron gran parte del desarrollo musical de la segunda mitad del siglo XX en lo que respecta al género y a la música popular en general.
Es muy interesante imaginarse el tipo de personas que sigue escuchando este tipo de música. Muchas personas piensan que la gente que gusta de la excentricidades musicales de estos artistas tienen que ser cincuentones borrachos o jóvenes marihuaneros inadaptados que deambulan por los pasillos de las universidades escuchando un disco que se estrenó hace 40 años, que seguramente el papá o tío nostálgico tiene una atesorada copia en vinilo o CD. Pero no necesariamente esa es la fórmula de siempre. Recuerdo una vez que fui a ver a Bob Dylan en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México con un amigo de Nicaragua que emocionado había venido exclusivamente para la ocasión, y me sorprendió ver entre el público no solamente a identificables melómanos como nosotros, sino también gente mayor de 50 años, niños, oficinistas, chicas y chicos que más bien pareciera que se alistaron para asistir a un concierto de One Direction y no para ver a un cantautor de los años sesenta (y actual).
Es muy fácil estereotipar a la gente por el tipo de música que escucha, pero no siempre nuestros conceptos son la realidad. La otra vez una chica que conocí en un bar en Managua que fácilmente podría pasar por “chica fresa sigue corriente modas pasajeras pop & reguetón”, se declaraba fan de Bjork y Radiohead. Así como un compañero de apartamento en la universidad que trabajaba a sus 22 años en un banco transnacional y por las noches lo veías vestido de jeans rotos, tenis converse y con un churro de monte en la boca y un disco de Pink Floyd en la mano; nada que ver con el muchacho que cuenta tu dinero en la ventanilla.
En el libro ¡Arde la calle! (Reservoir Books Modadori, 2010), Julio Martínez Ríos hace un recuento de las subculturas que cohabitan en la escena urbana: punk, indie, dark, trova, electrónica, cumbia, new age, salsa, metal, emo, pop, reggaetón, hip hop, patinetos, etcétera. Nos muestra la filosofía que cada estilo conlleva, además de hacer una reflexión de cada movimiento y definirnos a sus seguidores. Muchas veces cuando estoy en el transporte público y veo a alguien con audífonos me muero de las ganas de preguntar qué es lo que está escuchando y porqué lo escucha, porqué le gusta, qué es lo que tiene de especial esa banda, cantante, “artista”, para que sea digno de acompañarte en tus intervalos de traslado. Creo que soy del tipo de músico que le intriga mucho esas cosas, pero pocas o casi nunca me atrevo a preguntar.
Creo que si cuestionáramos nuestros gustos, de la misma forma que cuestionamos todo lo que nos rodea, nos daría la capacidad crítica de entender y disfrutar mejor lo que entra por nuestros oídos, ya que muchos de los que siguen a Enrique Iglesias o Don Omar no son fans de los artistas en cuestión, son fans de lo que está de moda; y cuando estos dejen de sacar “éxitos” los abandonarán como los que abandonaron a los que desaparecieron sin dejar rastro. Consumidores simplemente, y no es que esté malo. Siempre existirán aquí y en otros disciplinas como el cine y la literatura, pero la música que perdura en el tiempo es aquella que de alguna forma sobrepasó la dinámica de lo popular a la fuerza y se quedó por siempre en tu cerebro.
Hola Don Sevilla: Muy de acuerdo con usted, hay muchos estereotipos con respecto a los gustos musicales. Yo no se si llego a ser una melómana…si no lo soy creo que bastante cerca. Cuando digo que me gusta el Rock en casi todas sus aristas, (unas mas que otras), y disfruto de otros géneros, la gente no me cree porque no voy llena de piercings, tatuajes etc.
Y si siempre existirán las modas, pero yo siempre digo que MÚSICA es diferente a la moda, música es la que perdura en el tiempo, es la que aporta, la que escuchas aunque haya sido una canción gestada hace 50 años. La que te conmueve, la que te toca la fibra…eso difícilmente lo lograría Prince Roys o Paulina Rubio… sin menospreciarlos a ellos, ni a sus seguidores…por lo menos conmigo no funcionan.
Saludos
Clau