A través de los certámenes de belleza infantil se refuerza la mentalidad machista, al permitir que el cuerpo femenino comience a cargar de manera prematura su perpetuo yugo como objeto sexual.
«La concepción del cuerpo perfecto puede arraigarse con más fuerza debido a la importancia que adquiere la popularidad y la aceptación social en esa etapa. En ese sentido, la exclusión pública aumenta las probabilidades de una depresión juvenil», expresa Adriana Trillos, Psicóloga Clínica.
Según Trillos esto sucede porque los concursos infantiles funcionan de la misma forma en que ocurre con los concursos de belleza de las mujeres jóvenes.
Exponen a las niñas y adolescentes a un nivel de presión psicológica significativa por cumplir con la mayor exactitud posible los criterios de medición, estética y peso que una “miss” debe tener, según la industria de la belleza.
Esto significa que poner estos criterios en competencia justifica la necesidad de excluir a quienes no encajan y someter a niñas a un proceso que atenta contra su autoestima a una edad en la que están cambiando y creciendo.
La sexualización del cuerpo femenino y el machismo encuentran un aliado en este tipo de eventos y Trillos considera que no es para nada sutil.
«Es bastante explícita la intención social y mercadológica de hacer esto para estar al servicio del entretenimiento. Es el espectáculo de la imagen perfeccionada e idealizada de las mujeres que funciona porque vende».
Las niñas como objeto
De acuerdo a Yajaira Gutiérrez, psicóloga infantil, «la hiper-sexualización de los cuerpos de las mujeres y el machismo que le acompaña han encontrado un medio claro para mostrarse, establecerse y reproducirse por medio de los certámenes de belleza».
Eventos como estos son la excusa ideal para perpetuar la manera en que las mujeres, niñas y adolescentes están a merced del juicio y escrutinio público en un país donde según el Observatorio Contra el Acoso Callejero (OCAC) Nicaragua, 9 de cada 10 mujeres sufre acoso callejero y 8 de cada 10 niñas violadas tienen menos de 13 años.
Asimismo, Gutiérrez considera que todo esto puede producir descontento con el propio cuerpo, que puede transformarse en un trastorno dismórfico corporal (preocupación fuera de lo normal por algún defecto, ya sea real o imaginado, percibido en las características físicas propias), desarrollando ansiedad y deterioro de la autoestima.
Por otro lado, el término «cosificación sexual» se refiere a la concepción del cuerpo bello como un objeto de mercado y las niñas están expuestas a esto también.
«No sólo cosificamos sexualmente los cuerpos femeninos al exhibirlos frente a una tribuna perfeccionadora, sino que los erotizamos, es decir, los convertimos en objetos de deseo, y esto es lo que me parece más problemático cuando involucra niñas incluso mucho menores que las adolescentes», explica Trillos.
La clásica paradoja
Sin embargo, el mayor conflicto está en que tal lógica está tan naturalizada que como sociedad no consideramos que sea un problema.
«Se trata de la clásica paradoja de la sexualidad femenina que por un lado exalta las virtudes de una Miss (anglicismo de “señorita”), virgen, soltera y de buenas costumbres (de “buena” familia), mientras por el otro, ofrece el cuerpo como producto erótico», agrega Trillos.
Del mismo modo los certámenes de belleza están pensados para proyectar la imagen pública, consolidar un estatus social y una posición de poder económico de quienes ya gozan de esos privilegios en su medio, no de quienes buscan obtenerlos.
«Difícilmente una candidata utilizará un certamen de belleza para salir de la pobreza o para demostrar que la belleza no occidental es igualmente valorada», considera Trillos.
Dejarlas ser niñas
Jessly Obando es una periodista madre de gemelas que no cree que este tipo de actividades se esfuercen por mostrar a las niñas desde un ángulo que no sea solo el físico.
«Yo propondría que en lugar de presentar esos vídeos con guiones aprendidos de las chavalas, que las presenten en su estado natural, como chavalas adolescentes, en la escuela, con sus amistades, bañando a su perro, haciendo las cosas que les gustan, mostrar que sobre todo son chavalas normales, no ejemplos de ‘perfección’ física», comenta.
Para muchas madres como Jessly la concepción que tienen de estos certámenes es que es un producto prefabricado que afecta el bienestar de las participantes, quienes no deberían de ser otra cosa más que niñas, que juegan, aprenden y son ellas mismas.
La vez pasada miré que unas niñas de entre 8 y 11 hacían pasarela y decían que querían ir a Miss teen, las personas adultas las alentaban y me pareció algo realmente triste. Me pregunto si así como las instan a hacer pasarela les hablan de sus derechos o les inculcan el hábito de la lectura», expresa Jessly.
Obando considera que si alguna de sus niñas quisiera participar, ella respetaría su decisión aunque no esté de acuerdo con ello. «Me tocaría apoyarla, apoyarla y afianzar en ella que ante todo lo primero es su integridad, inteligencia y sus valores como ser humano, lo demás es pura carpintería y esa va y viene», asevera.
¿Modificar o erradicar?
Es por eso que Yajaira no ve posibilidades de que los certámenes de belleza generen un cambio en la mentalidad machista, patriarcal y sexista de nuestra sociedad.
«Si, por el contrario, se modificaran para hacer exhibición de las habilidades y capacidades que tienen nuestras niñas, adolescentes y mujeres adultas y se configuraran para mostrar el gran talento que guarda cada mujer, entonces pensaría en la posibilidad», opina.
Yajaira cree que es necesario destacar que esto es una crítica a la forma en la que estos certámenes, a como están estructurados, centran su atención únicamente en la belleza física, dejando de lado las habilidades de las mujeres, niñas y adolescentes en el proceso.
De igual manera cree que lo peor es que muchas veces esto no lo vemos con seriedad, considerando que vivimos en una sociedad en la que la broma “Legalicen a las de 14” en realidad causa risa, cuando somos el segundo país de la región con el porcentaje más alto de embarazo adolescente, y por ende, de abusos sexuales.
«Pensar que los medios de comunicación y el contenido que publicitan y comparten no tienen influencia, y por lo tanto, responsabilidad en las problemáticas y fenómenos sociales, es ingenuo e irresponsable», enfatiza Yajaira.