Soy Gladys, tengo 17 años, originaria de la ciudad de León y quiero compartir una de las experiencias más fuertes y recientes que he tenido que sobrellevar como chavala, víctima de la violencia que se vive en las calles.
Desde que empecé a experimentar cambios en mi cuerpo, o sea desde los 13-14 años de edad hasta la fecha, he experimentado el acoso callejero, al igual que muchas otras jóvenes.
Me pasa seguido que discuto con quién sea que me diga las mismas frases de naturaleza machista como: “Si no querés que te digan/hagan algo, no provoques” “Sí, yo sé que no es tu culpa, pero evita riesgos y no uses short/falda/vestido/escote”, “¿Pensás salir así a la calle? ¿no te da miedo? ”, “Es tarde, no es hora para que salga una muchacha sola” , “¿Por qué les contestas a los hombres que te dicen algo? Ignoralos, cállate, te pueden hacer algo”.
Entonces ¿Qué puede hacer una “señorita ”? Básicamente, nada. La respuesta siempre es la misma, que en teoría no hago nada mal, pero que hay bandidos allá afuera, la culpa no es mía es de ellos… lo irónico es que sí me responsabilizan por no tomar “precauciones”.
Comprendo que el ser y el deber ser son dos cosas distintas, y mi realidad está muy alejada de mi ideal.
Pero me pregunto cuándo voy a poder salir a la calle, a la hora que sea, porque sí, me han acosado a las siete de la mañana, como a las doce del medio día, en el mismísimo parque central mientras iba camino al colegio, al igual que en la tarde o de noche. El problema no es mi horario de salidas, es que la amenaza está presente, en todo momento, en cualquier lugar puede pasarme “algo”.
El día 22 de julio estaba haciendo una tarea y recopilando información de cómo se conmemora la masacre del 23 de julio en mi ciudad. De camino a mi destino, entré en el nuevo mini super que hay donde antes era el Cine Gonzales, compré algo y cuando salí le desee buenas tardes al guardia de seguridad que a continuación me dijo una sarta de obscenidades, sólo me volteé y le mostré una mueca de asco, pero no dije nada. Strike 1.
Estuve en la acera frente a la cancha 23 de julio viendo la representación que hacen los estudiantes de la UNAN, en todo ese tiempo tenía a un hombre cerca, con su esposa e hijo que no dejaba de mirarme y susurrarme cosas que ni entendía bien, cuando terminó la puesta en escena, entré al edificio del CUUN hasta donde me siguió éste hombre, cuando lo vi me hizo un gesto con la lengua que me causó mucha repulsión y salí corriendo de ahí. Strike 2.
Ya de camino a la casa de mis familiares, en la cuadra del teatro municipal estaba parqueado un camión distribuidor de cervezas de donde salieron un grupo de hombres que me arrinconó a la pared, mientras me decían las mismas groserías de siempre, me dejaron ir porque les dije el número de la placa de su camión. Strike 3.
A pesar de todo ésto, y lo más probable es que a quién se lo cuente me acusé de imprudente, quería ir a ver la mentada velada que había en la cancha con cantos testimoniales y eso, porque era mi tarea al fin y al cabo. Me acompañó mi primo.
A las doce y media de la noche, se había descargado mi celular y aún no pasaban por nosotros, resulta que soy muy impaciente y convencí a mi primo de caminar a la casa de mi familia que estaba relativamente cerca, todo estaba desolado, pero al parecer íbamos a llegar a salvo.
En eso, empezaron a ladrar los perros y cuando volteo hacia atrás veo a un hombre abrazando por detrás a mi primo y es cuando empecé a correr y gritar, ésto pasó a UNA cuadra de la puerta de la casa. El hombre salió corriendo en mi persecución y estando a sólo dos puertas logró tirarme al suelo, igual no podía hacerse con mi mochila porque caí sobre ella, por esto me arrastró por toda la acera hasta que tuvo acceso a ella, además me rompió el vestido, no se rompió cuando me revolcó por el suelo, él lo hizo mientras estaba tumbada ¿Para qué? No sé, se suponía que era un robo… En ese momento, se logró asomar un vecino, por lo que el sujeto sale corriendo con mi mochila y yo, como me han dicho “de huevoncita” salí corriendo tras él, pero me detuve cuando por fin sentí miedo. Luego pasó otro sujeto corriendo, que luego me diría mi primo trató de apuñalarlo…
Después de toda esa escena y con todos los vecinos en la calle, me trasladé a las oficinas de la policía en gobernación, dónde no existe tal cosa como darle un trato medianamente humano a una víctima. Incluso sentí que trataban de justificar al ladrón y mi declaración, si no hubiese sido porque insistía en corregirles, hubiese sido completamente distinta a lo que realmente estaba diciendo, porque me cuestionaban y trataban de invalidar todo cuanto decía.
Saliendo de ahí lloré como niña chiquita en brazos de mi papá y le decía cosas que jamás pensé que diría como que hubiera querido ser hombre, que si eso era lo que debía esperar que me pasara toda la vida, que nunca iba a experimentar paz y otras muchas cosas; no es drama, realmente me sentía impotente.
No voy a hablar más del suplicio que es recurrir a la Policía Nacional, porque créanme, lo fue, es agobiante darle seguimiento a una denuncia.
El lunes 24 de julio fui al juzgado local para ser revisada por el médico forense, mientras esperaba, una señora notó mis vendas y me preguntó si me habían golpeado, le conté mi experiencia a lo que me respondió “Menos mal sólo le robaron, a mí hija le robaron, la golpearon y la violaron, la están valorando ”. Me partió el alma. Cuando salió la hija de ésta mujer, vi que no era una chavala como yo, sino de unos 30 años, “Nadie está a salvo” pensé, la edad y otros factores realmente no significan nada, todas estamos expuestas, parece que no hay manera de defendernos ante ésta ola de violencia.
Cuando algunos de mis conocidos se dieron cuenta de lo que pasó, empezó la re-victimización y las bromas, como si fuera una broma… No todos mis conocidos son inconscientes, también recibí palabras de aliento por parte de mis compañeros, maestros, amigos y familiares que están de acuerdo conmigo en que NO ES JUSTO lo que me pasó a lo largo de ese día… A mí y a todas las mujeres, todos los días, el hostigamiento, la persecución, el acorralamiento, la importunación. Aún así, me quebranta el espíritu la gente que cree que hay excusas o justificaciones para los agresores.
Colaboración de Gladys Alonso. Podés leer más al respecto en su blog.