Por los muros de Managua, que tantas veces se han caído, han pasado colores, figuras y formas. En dependencia del contexto de cada época, nuestras calles han sido las protagonistas del grafiti, modalidad artística que critica el sistema e incita a la reflexión.
Cuando me dirijo a las instalaciones de la Universidad Centroamericana, me fijo primeramente en sus muros. No hay día que no busque en ellos una nueva obra que sea capaz de hacerme reflexionar profundamente sobre alguna problemática social.
Era inicios de 2015 y me dirigía a la UCA. Recuerdo que iba de pie y a través de una de las ventanas de la ruta 102 me topé con aquel mural. En el muro se apreciaba la ilustración de un hombre pensativo, sosteniendo su quijada. De su cabeza salía el ícono de WhatsApp, likes de Facebook y un reloj escapándose de las manos de un individuo. Un año después, me topé con su creador y esta es su historia.
Los trazos de Oliver
Oliver Otero mostró desde muy temprana edad interés por las artes plásticas, pero fue a los 17 años cuando su pasión aumentó.
En 2012 deja la carrera de Administración de empresas, que el admite haberla iniciado por complacer a sus padres para ingresar posteriormente a la Escuela de Artes en Managua. Pasa tres años estudiando y luego interrumpe sus estudios debido a conflictos con aquella institución, que muchos de sus ex estudiantes tachan de ortodoxa.
La personalidad de Otero demuestra no dejarse manipular por nadie. En él se aprecia la fuerza de un carácter que se ha venido forjando con el tiempo debido a un mundo artístico tan competitivo.
El lado personal de su obra
La oscuridad en sus matices, la depresión, lo interno, el desamor, las carencias y el lado oscuro de todos nosotros son algunos de los temas que plasma en sus cuadros. Otero admite que sus lienzos son el resultado de su lado más íntimo, ese que todos ocultamos detrás de nuestra máscara.
Uno de los pintores que más ha influido en su obra es Francis Bacon, artista conocido por sus retratos llenos de deformaciones y oscuridad.
Oliver se ha lanzado de lleno al arte y ha convertido su pasión en su trabajo. Él da clases de pintura y tiene muy bien administrado el tiempo para dedicar otras horas del día a trabajos personales. Una vez que llega a su casa se relaja un poco y cuando el sol está por ocultarse, trabaja en sus lienzos.
Sus muros
La técnica de sus grafitis consiste en brocha y aerosol. Es una forma de hacer murales poco practicada en el país, pero sí bastante común en Europa. Esta técnica él la maneja a la perfección y el efecto que queda es suave, pero a la vez muy intenso. Admite haber aprendido este estilo de manera autodidacta.
El tiempo en el cual se puede terminar un muro depende en gran parte de la extensión de este. Puede pasar desde un día, hasta cinco días. La porción del muro de la UCA que él pintó, lo terminó en un día: desde las 9 de la mañana hasta las 6 de la tarde, una jornada entera de trabajo.
Mientras lo hacía, cuenta cómo la gente sonreía, lo señalaba, le tomaba fotos y apreciaba su trabajo desde el proceso de creación. Afirma que estos gestos por parte de las personas le generan una gran satisfacción y lo animan a continuar con su arte.
En muchas ocasiones trabaja en colectivo con Bajo Relieve, proyecto artístico en el cual están involucrados varios de sus colegas y donde se abordan diferentes estilos y temáticas.
El arte es un medio que cuando es legítimo no conoce de filtros. Muchos jóvenes como Oliver Otero materializan sus pensamientos, nociones, ideas y críticas en un lienzo, en un muro o mediante su propio cuerpo. No importa cuál sea la materia para hacerlo, cuando el arte es bueno y sincero, este se vuelve un lenguaje universal, un idioma sin caracteres y capaz de llegar más allá que los signos.
Escrito por Franklin Villavicencio