De día Paty Martínez estudia su último año de la carrera Comunicación y en la tarde juega como pívot en la selección nacional de fútbol sala.
Los juegos en la calle con sus primos eran siempre en torno a una cancha y como era la única niña, se metía a jugar sin que la tomaran muy en serio hasta que se dieron cuenta que sí podía jugar.
«Cuando salí del colegio volví al mundo del fútbol e iba a jugar todos los días al parque. Luego entré a la universidad y ahí ya iba a entrenar de manera más profesional y después entre a la selección», cuenta.
Persiguiendo su pasión
Esta joven de Managua recuerda que jugar fútbol es lo que siempre ha querido hacer mientras lo equilibra con su vida profesional como futura periodista.
«Hay muchas personas que no apuestan por el fútbol femenino porque es una disciplina que consideran solo para hombres. Los comentarios o te hacen más fuerte o te debilitan, si yo hubiera hecho caso ahí estuviera en la casa sin ser de la selección», comenta.
Cuando su entrenador en la universidad le dijo que había una convocatoria abierta para ser parte de la selección nacional, tuvo sentimientos encontrados, pues por un lado siempre ha querido ser parte de ello y por otro, nunca había hecho audición para entrar a ningún equipo.
«Fueron como 70 muchachas, de ellas seleccionaron a 30 y así comenzaron los recortes hasta que quedé entre las 12», recuerda.
La función del pívot
Paty explica que en fútbol sala las posiciones son muy distintas a campo. Ella usualmente hace de pívot, es la jugadora que estorba al otro equipo y no deja que avancen.
«Mi juego es bien ofensivo, soy bien chiquita, entonces es más fácil para mi esquivarme entre las muchachas. Mi juego es muy rápido, soy una jugadora que solo entra por 3 minutos, pero son minutos bien intensos», explica.
Aunque nunca ha jugado campo, sí lo ha intentado, pero los entrenamientos no coinciden con sus clases. Sin embargo, Paty quiere mantenerse en la selección, pues su puesto nunca es fijo, «siempre estás en una constante lucha por seguir ahí».
Ahora con el equipo de la UCA, su universidad, tiene un viaje a El Salvador para competir a nivel centroamericano con otras universidades jesuitas. Mientras tanto sigue entrenando para tener cada vez más resistencia en el campo.
Un partido esperado
Con la selección ya ha tenido experiencias geniales, ha ido a Honduras y en los Juegos Centroamericanos casi tenían una medalla asegurada hasta que al final uno de los países se retiró, por lo que solo fue un juego amistoso entre Costa Rica y Nicaragua.
«Nos desanimó no ganar medalla porque nos habíamos esforzado mucho, nuestros días eran entrenar, comer, dormir, entrenar. Al final jugamos pensando que era la primera vez que Nicaragua representaba en fútbol sala e íbamos en contra de una potencia así que decidimos jugar aunque no fuera por medalla», cuenta.
Y aunque no ganaron, sí pudieron notar cómo iban mejorando con cada partido y eso en parte se debe a que les hace falta más experiencia.
«En mi disciplina la participación femenina es bastante baja porque apenas se está integrando en la región, a nivel de esa disciplina estamos bajos, pero en fútbol campo estamos creciendo mucho», explica.
Mientras más, mejor
Según Paty ahora hay mas niñas que se atreven a decir «me gusta jugar fútbol», sin embargo existen muchos estereotipos, como cuando le dicen a las niñas «eso es para varones».
«Aun así siento que eso se está quitando y es gracias en parte por la Selección Nacional, la gente ve que a las muchachas las sacan del país. Me imagino que niñas y madres dicen ‘ala què bonito, yo quiero formar parte de eso o ver a mi hija en eso’, está creciendo el fútbol», afirma.
La mamá de Paty se preocupaba porque ella siempre llegaba a la casa raspada o herida pero nunca le impidió jugar, e incluso fue cuando asistió a un partido de la selección que demostró cuán orgullosa estaba.
«Ella estaba súper emocionada en el primer partido, cuando jugamos contra Costa Rica, al final me dijo que estaba muy orgullosa porque justamente en el primer partido yo fui la jugadora del partido. Ese día yo dije ‘hoy me luzco’ porque ella estaba ahí», recuerda.