Hace 5 años comenzó un proyecto en las entrañas del barrio René Cisneros en Managua, donde la fundadora, Judit Ribas, vivió y desarrolló ideas en torno a la enseñanza de la música, pasión con la que se dedicó en su tiempo libre a que las niñas, niños y jóvenes de la zona pudieran encontrar un oasis melodioso entre las pandillas, la pobreza y la apatía.
De ahí nació hace un año Ketom, una iniciativa musical que trabaja con materiales reciclados, que se ha convertido en la principal actividad del proyecto que Ribas creó y que aún luego de su muerte, su familia y amigos han mantenido vigente, mediante una cooperación en su nombre, que brinda un aporte continuo para que el espacio tan querido se mantenga.
Y es ahí donde entre las risas joviales e infantiles hay una voz de un muchacho que con extrema paciencia les enseña notas musicales a un grupo de niños no mayores de 6 años. Si lo hacen bien, les pone un sello en la mano, color verde con un ratoncito, eso los alegra en tal manera que salen corriendo y saltando mientras las madres observan la escena.
El muchacho se llama Alexander Pérez, tiene 20 años y es el encargado del grupo de percusión, “la idea con Ketom es que las niñas, niños y jóvenes de aquí se alejen de los malos pasos y se mantengan ocupados en algo productivo. Queríamos dar clases de música y conseguir los recursos era un poco difícil por los instrumentos, por eso se dio la idea de trabajar con algo reciclado, hicimos experimentos y pensamos en tambores”. Pero no son cualquier tipo de instrumentos de percusión, han sido tan originales que hasta de la cocina han sacado material de utilidad, “usamos una olla sopera, botellas, baldes y barriles. A los baldes le ponemos ‘teipa’ para crear tambores con sonido grave, mientras que los agudos se hacen con la parte de atrás”.
El nombre del grupo surge del sonido de los tambores y lo conforman jóvenes entre 14 y 18 años de edad.
Al principio la idea no tuvo una bienvenida fácil. A pesar que las inscripciones son abiertas y sólo se cobran 60 córdobas anuales, se dieron varios procesos y fue complicado conseguir alumnos que estuvieran interesados, pues les daba pena que fueran materiales reciclados, pero ahora son casi 25 integrantes que nunca faltan a una clase si dependiera de ellos, ya que sus padres, al saber que les apasiona el proyecto, cuando se portan mal no los dejan ir. “Los padres nos han dicho que es la única manera en que los pueden castigar y eso nos afecta un poco, entonces hay que negociar con ellos, hacer un tipo de compromiso por parte de los tres”.
La intención es trabajar los valores y darle un espacio positivo a la niñez y la juventud del barrio, “tenemos actividades variadas, desde iniciación musical con los más pequeños, hasta clases de guitarra, violín y piano, pero la percusión es lo que más atrae a los jóvenes”. Como hay pocos instrumentos lo que hacen es realizar varios ejercicios y dinámicas para conocer las capacidades y gustos de cada uno de los muchachos y muchachas, “si hay alguien que le interese y de verdad quiera aprender, entonces le damos la oportunidad, pero depende mucho de ciertos logros a lo largo de las actividades, como la puntualidad y la disciplina”.
Es así como Ketom se ha convertido en un buen vicio y ha dado frutos, se han presentado dos veces en el Festival Ecológico Unidos por Bosawás, han tocado en Matagalpa y en la Escuela de Mimos en Granada. Por ahora planean mantener el grupo vigente e incentivarlo con presentaciones para que se motiven aún más y logren vislumbrar mejores escenarios de vida.
Escrito por Malva Izquierdo