Siempre me ha parecido ridículo el hecho de clasificarse en gays y cochones. Aparte de ser un acto meramente clasista, me parece que existe detrás de esa clasificación un acto de desprecio por lo femenino. El hecho de estar divididos en ellos (los varoniles) y ellas (las locas) dicta una vez más la idea de que lo masculino vale más que lo femenino, y eso es por sobre toda las cosas machismo aunque venga de hombres homosexuales.
Creo desde mi experiencia que no existe superioridad de los homosexuales varoniles sobre los homosexuales femeninos, esta división entre los unos y los otros, alimenta en realidad la homofobia colectiva y por tanto sostiene el rechazo para las expresiones que están lejanas a la figura hegemónica del hombre.
Afirmar que el asumir una “homosexualidad varonil” libera de todas las sanciones sociales que existen en contra de las personas del mismo sexo que mantienen relaciones sexuales es una falacia, puesto que no somos aceptados por nuestras apariencias sino más bien por nuestros gustos sexuales, que en el orden social están catalogados como sucios e incorrectos.
De esta situación no se salvan nuestras compañeras lesbianas, a las que muchos de los homosexuales del movimiento no toman en cuenta, no se juntan con ellas, no se relacionan entre sí ¿acaso las lesbianas son marcianas? Y es que además de despreciar las actitudes rudas de algunas de las compañeras, existe detrás de ese hecho una explícita apuesta de entendernos solamente en clave binaria.
Existe tal discriminación en el colectivo lésbico, las femeninas versus las tractoras, este tipo de experiencias ocurren por las mismas razones que con los homosexuales, y es que esto de entendernos en diversidad de apariencias debe ir mucho más allá de la burda excusa de: ¿para qué voy a andar con una que parece hombre? Efectivamente esto se conjuga sobre nuestras experiencias de vida como una forma de violencia, que queramos o no, influye en nuestras posibilidades de relacionarnos.
El hecho de plantear este tipo de asuntos no tiene que nada que ver con cuestionar los gustos sexuales de las personas, si a unos les gustan los machos bien machos a otros puede que quizá le gusten los delicados bien delicados, se deben respetar todas formas de relaciones y por supuesto placeres, opciones e identidades sexuales.
Quiero terminar esta vez rescatando parte de una entrevista que le hicieron a Foucalt en abril de 1981 donde afirma que: “Si hemos de pronunciarnos respecto a la cuestión de la identidad, hemos de partir de nuestra condición de seres únicos. Las relaciones que debemos trabar con nosotros mismos no son de identidad, sino más bien de diferenciación, creación e innovación. Es un fastidio ser siempre el mismo. No debemos descartar la identidad si a través de ella obtenemos placer, pero nunca debemos exigir esa identidad en norma ética universal.”
No se trata entonces de que mi manera de ser es la mejor, pero tampoco creas que la tuya lo es. Que viva la diversidad, diversa.
Escrito por Elvis G. Salvatierra