Miro a mi alrededor, el vecindario, los amigos, la familia, el colegio, los conocidos, los colegas o las personalidades, miro la historia y allí están, siempre han estado, Da Vinci, García Lorca, Elton John, Jodie Foster, ¿acaso le hacen daño a alguien por su forma de sentir, de amar, de expresarse o de vestirse? Yo pienso que no. ¿Por qué tanto aspaviento?
La diversidad sexual existe desde siempre, en todas las culturas, en todas las razas, y en todos los tiempos. Creo que es hora de entender que no todos somos iguales por fuera, aunque todos somos iguales por dentro. ¿Por qué será que todo lo que tiene que ver con sexo es tabú? El sexo es lo mas natural del mundo y (casi) todo el mundo lo practica. El sexo es condenado, bendecido, temido, sobrevalorado, sublime y animal, casual, libre, forzado, romántico, arriesgado, el sexo puede ser amor, sumisión, pasión, deber, vicio, y mil cosas más, pero una cosa es denominador común en la historia de la humanidad: las relaciones sexuales son algo privado y al gusto de la pareja, por tanto no me suena lógico opinar sobre las preferencias sexuales de los demás.
Los seres humanos somos una combinación de genes y ellos determinan que tan parecidos o diferentes somos unos con otros. Sin embargo, somos nosotros quienes decidimos a quién llamaremos «normales» o no, la naturaleza determina la combinación exacta para crear una persona de esta o aquella manera, ella decide si serás ciego, zurdo, sordo, transgénero, genio, artista, homosexual, mujer, negro, heterosexual, hidrocefálico, enano, hemofílico, albino, súper humano o si tendrás síndrome de down.
El día que la gente entienda esto, el día que se nos eduque para entender que cada uno de nosotros somos un milagro de la creación, una combinación de millones de partículas multicolor que dan resultados distintos, se acabará la tragedia, la vergüenza, el rechazo, el miedo, el desamor. La homosexualidad no es una elección por vicio, depravación, inmoralidad, degeneración o por la ausencia de Dios, uno no se hace homosexual, uno nace homosexual.
Quién nos da el derecho de juzgar, menospreciar, denigrar, atacar, rechazar o condenar a las personas que están física o mentalmente fuera de los estándares «normales» que no le hacen daño a nadie y que mas bien demandan más amor por ser «diferentes»? Si vamos a condenar, rechazar, criticar y aborrecer actos sexuales depravados entonces hay que hacerlo contra las violaciones, el abuso sexual, la pedofilia, la trata de blancas, la explotación sexual de menores, los matrimonios arreglados, pero no al amor y la preferencia sexual elegidos libremente por dos personas del mismo género.
Y para los que alegan que la unión de dos personas tiene como fin el reproducirse para conservar la raza humana, ¿qué haremos entonces con los estériles?
¿Es pecado entonces para los heterosexuales unirse, si no pueden tener hijos? ¿Será pecado traer hijos al mundo para luego abandonarlos, abusarlos, violentarlos, o será que no es pecado porque nacieron de parejas heterosexuales? Al que se ampara en la religión, en la ética y la moral para criticar y satanizar la diversidad sexual, solo se me ocurre pedirles escuchar a su corazón, limpio, compasivo, humano. La vida está llena de contradicciones, la luz y la oscuridad van de la mano: «ojo por ojo, diente por diente», «amarás a tu prójimo como a ti mismo». Usted elige cuál ley será la mejor a seguir para el bien de la humanidad.
Katia Cardenal