Sororidad, una palabra sencilla que podría cambiar las relaciones entre mujeres. Una palabra que nos permite recordar lo diferentes y diversas que somos. Cuatro sílabas, que aplicadas, podrían modificar nuestras formas de estar dentro de un sistema que oprime al género desde lugares impensables. Con ella tenemos la certeza de que en otras mujeres encontraremos cómplices para deconstruir ataduras del pensamiento y el cuerpo, amigas que además sean maestras y aprendices. Compañeras por el camino de la emancipación.
El 8 de marzo pasado, Darling López, artista, amiga y ciclista, publicó en su cuenta personal de Facebook una dedicatoria por el día de la mujer. Sus palabras me erizaron la piel y me llenaron de emoción. Un fragmento de su publicación cita así: “(…) quiero agradecer a mi hermana Arelis, ella me enseñó andar en bici. A mí la bicicleta me ha dado superpoderes. Que buen regalo de mujer a mujer”. Si esto no es sororidad, no sé entonces lo que eso pueda ser.
Tal vez los lectores fruncirán el ceño con esa idea, y es que ¿cómo una bicicleta, “un juguete para niños”, puede darle superpoderes a una mujer? Aunque suene a chiste, es una verdad irreductible que a las mujeres las bicicletas nos otorgan poderes que por otros medios no tendríamos. Basta recordar a Susan B. Anthony, quien dijo en alguna ocasión que las bicicletas han hecho más por nuestra autonomía que cualquier otra cosa en el mundo.
Al rastrear una génesis del uso de la bicicleta y su carácter emancipador, encontramos algunos nombres que hicieron historia por desafiar los modelos de feminidad que las sociedades patriarcales imponen. Amelia Bloomer, sufragista estadounidense del siglo XIX, al promover una vestimenta reformista alejada de los corsé, impulsó a toda una generación de mujeres para que adoptaran los pantalones como nueva vestimenta, misma que les permitiría realizar actividades hasta entonces exclusivas para los hombres, como el ciclismo. Annie “Londonderry” Kopchovsky, lejos de ser activista por los derechos fundamentales de las mujeres, “sin querer” tuvo una de las actitudes feministas más potentes de todas al demostrarle al mundo que las mujeres estamos capacitadas física y psicológicamente para cumplir retos “masculinos”. “Londonderry” fue la primera mujer en cruzar el globo en bicicleta, abogando a la vez para que más mujeres se atrevieran a romper con los estereotipos que cargaban a sus espaldas. Como ellas, hay cientos de mujeres que merecen ser recordadas, precisamente por su resistencia al sistema patriarcal desde el uso de la bicicleta.
Queda claro entonces que a nosotras la bicicleta sí nos da superpoderes. Hoy por hoy, muchas de las chavalas que ya andamos en bici somos más que optimistas ante la idea de que aquí en Managua, más mujeres se atreverán a desafiar los roles tradicionales de la feminidad que nos han transmitido. Es que es indiscutible, andar en bicicleta es un acto transgresor, por lo que mi mensaje es que transgredan cuanto puedan.
Para que más mujeres se animen, estos son algunos de los poderes que nos ha dado el uso de la bicicleta por las calles de Managua: 1) romper con la idea de que las mujeres somos “frágiles por naturaleza”, que no tenemos la capacidad física para recorrer grandes distancias impulsadas solo por nuestro cuerpo. 2) Olvidar eso de que necesitamos a “alguien” que nos acompañe para transitar por la ciudad a la hora que sea. Particularmente este es de mis poderes favoritos, porque según la opinión pública dentro de la cultura machista, “solas no podríamos llegar lejos”, y solas significa andar sin un hombre a la par. Además de la autonomía que nos brinda tener nuestro propio vehículo, independiente a la dinámica de consumo instalada en los medios de transporte tradicionales, 3) la bicicleta nos permite resistir ante manifestaciones de violencia que se han normalizado dentro del imaginario colectivo.
Tomemos por ejemplo al acoso callejero. Esta expresión de la violencia de género traducida en “piropos” –ya saben, no es piropo es acoso-, silbidos, miradas y gestos lascivos, pueden provocar en nosotras temor, repulsión, y lo que es más peligroso aún, la exclusión de nuestro género de los espacios públicos, particularmente de las calles. En la bicicleta no somos inmunes a todo esto, sin embargo, encontramos en ese vehículo un aliado para nuestra seguridad. En bicicleta, y desde mi experiencia, podemos enfrentar a la violencia callejera sin temor a represalias. Nadie espera que una mujer en bici rompa con la cultura del silencio que nos abraza, porque la sociedad machista espera que solo seamos receptoras, cuerpos a la disposición de otros y sin reclamo alguno.
Para seguir con la historia, en la más reciente Bicicletada nos dimos a la tarea de preguntar a las mujeres asistentes ¿qué representa ser mujer y andar en bici por las calles de Managua? Aquí les compartimos algunas de las opiniones:
Definitivamente queda mucho más por decir. En Managua las ciclistas recién empezamos a escribir nuestras historias desde sus calles, por lo que si más mujeres se suman, más intensas serán nuestras experiencias. No se abstengan de vivir ésta Managua sintiéndose libres, felices, autónomas. Nos vemos en la Bicicletada este domingo 20, a las 3 pm en Plaza Cuba.
Escrito por Cinthya Zeledón