¿Por qué es importante la innovación? Así suelo empezar los talleres de “introducción a la innovación” en la que se promocionan como -un espacio para tener un primer acercamiento a la innovación- Lo agradable de todo esto, es que luego se comparan las respuestas de todos los participantes llegan a tener muchas coincidencias y pareciera que ya tuvieron un contacto previo con conceptos de innovación.
Pero cuando se presentan productos/servicios existentes, entran en conflicto para establecer si es o no es innovador. Ya que al final, cada uno tiene una idea diferente sobre los límites de la innovación, porque lo que para uno es innovador, para otros no.
Esto pasa porque la innovación termina siendo uno de estos términos tan prostituidos, como lo “sustentable”, “orgánico” o “diseño”… de los que todos hablan a pesar de no saber qué implica o de dónde viene. Usualmente la innovación se liga con los avances tecnológicos o los proyectos disruptivos que generan gran impacto, las cuales normalmente suelen ser empresas exponenciales (que se vuelven caso de éxito de la noche a la mañana, como Uber, Airbnb o Instagram). Pero esto es solo una mínima parte del amplio espectro de la innovación.
Eso me lleva a hablar de las distintas formas de concebir la innovación, porque se percibe de una forma diferente según el campo y la persona, como:
Innovación Tecnológica.
Innovación Social.
Innovación Abierta.
Innovación Empresarial.
Innovación Disruptiva.
Innovación Incremental y/o Radical.
Innovación Exponencial.
Etc…
Y el conflicto radica en que los conceptos llegan a oponerse en muchos aspectos, por ejemplo: La innovación tecnológica que suele brindar propuestas “futuristas” que en muchos casos resultan el privilegio de las clases elitistas, realmente no siempre velan por una función del usuario. Esto es algo que se cuestiona mucho en marcas como Apple, que introduce mejoras tecnológicas que realmente no están siendo demandadas y/o necesitadas por las personas -como desbloquear el celular solo con tu rostro, una barra de herramientas personalizada en tu teclado, o emoticones que hacen tus mismos gestos- y en la mayoría de los casos están diseñado para una obsolescencia programada, estimulando el consumismo. Pero de igual forma lo venden como innovación.
En cambio la innovación social, puede estar completamente desligada de todo avance tecnológico, porque tiene un enfoque en la mejora de la calidad de vida de las personas, y eso implica velar por lo que es relevante para la persona para que permita un desarrollo social, aunque esto implique recurrir a tecnologías obsoletas, o introducir algo ya existente en otros países con tal de alcanzar el objetivo deseado.
Estas contradicciones no quieren decir que existan barreras entre unas y otras; en realidad, la línea que las separa es demasiado delgada, porque innovación tecnológica tienen un impacto por su enfoque en la persona, o bien, la innovación abierta suele llevar a tener mejoras empresariales que luego terminan en patentes para hacerlas de uso exclusivo de la empresa.
El detalle con esto es que nos damos cuenta que la innovación no solo puede ser aquel producto tecnológico nunca antes visto. Sino que también incluye todo tipo de cambio (para bien) dentro de una empresa. O bien la solución de cualquier tipo de problema. Por eso es que al final, el espectro de innovación termina siendo sumamente amplio, llegando a la conclusión de que todos podemos y estamos haciendo innovación, de forma constante.
Como por ejemplo en situaciones tan peculiares cuando colocamos un trozo de papel en una de las patas de la mesa para que no quede desbalanceada, o toda una población encontrando formas para generar nuevas formas de ingreso en medio de tantos problemas económicos. Todos hacemos innovación porque es una naturalidad humana, es algo que nos ha permitido ser y evolucionar. Incluso, quien roba una idea de internet y la empieza a producir en la zona en la que vive, por el simple hecho de ser el primero, también se le considera innovador.
Pero aquí es donde empiezan los problemas, porque si todo es innovador, a final de cuenta, nada lo es. Gracias a estos múltiples orígenes hoy en día cualquier producto o servicio, lo venden como innovador. La cantidad de empresas que se hacen llamar innovadoras en el país es enorme. Sin embargo, en Nicaragua tenemos un déficit muy grande en cuanto a innovación se trata.
Desde hace 5 años ocupamos los últimos puestos de países innovadores en el ranking de innovación[1]. Incluso, en el 2017, desaparecemos completamente del ranking de innovación, por no contar con los indicadores necesarios para poder medirnos. Siendo la temática central de esta edición “La agricultura y ganadería” uno de los ejes económicos más importantes del país. ¿Realmente estamos innovando?
Hoy en día se habla mucho del design thinking, diseño enfocado en el usuario, user experience, design management, solving problem design, human centered design, diseño de futuros, entre otras, que tienen como finalidad generar productos, servicios y/o experiencias innovadoras. Pero no se puede hablar de producir innovación si todavía no llegamos a un acuerdo sobre el concepto.
Los grandes expertos recomiendan que la innovación debe tener una relevancia para la persona, no solamente con el fin de vender más o de generar mayores ganancias -menos con la intención de verse visualmente atractiva o ser considerada “una idea creativa”- Sino que venga a resolver verdaderos problemas en las personas.
Y cuando se habla de verdaderos problemas, no implica a problemas que están teniendo los clientes al consumir tu producto/servicio. Sino problemas en sus vidas cotidianas, que influyan en el cambio de mentalidades de toda un grupo social, que atienda esos problemas que los demás no están atendiendo. La innovación, cada día está siendo más humana y si vamos a llegar a un acuerdo, espero sea el de considerar el desarrollo social y el énfasis sobre los problemas complejos que existen dentro de la sociedad, para brindar propuestas “innovadoras”.
Colaboración de Mario Rodríguez.
Diseñador gráfico, trabajó en Target Ogilvy Nicaragua, tallerista de design thinking y metodologías de innovación para empresas de economía social en México, actualmente en el último semestre de la Maestría de Diseño Estratégico e Innovación, docente de tiempo completo en el área de diseño en la Universidad Centroamericana. También está de apoyo en el Departamento de Arte, Diseño y Arquitectura (DADA) de la Ibero Puebla y como parte del equipo fundador de Ibero Innovación.