Como un faro luminoso en medio de la absorbente tecnología y la vulnerabilidad que eso conlleva, nace Social Tic, una organización sin fines de lucro que busca proveer de las herramientas necesarias a la mente inquieta que quiera cambiar su entorno desde las tecnologías de la información.
Para Juan Manuel Casanueva, creador de Social Tic, la idea nació hace poco más de 3 años primero con una organización que dirigió en el 2007, donde la tecnología era un pilar para temas de medio ambiente, trabajos sociales y una variedad de proyectos que significaran algún tipo de cambio. “Esto nos hizo reflexionar aún más sobre que el conocimiento debería ser libre y abierto, todos deberíamos producir conocimiento y compartirlo. Así podríamos innovar, construir mejores herramientas. Por eso el cómo usar las herramientas tecnológicas de manera estratégica para poder cambiar el mundo, es el núcleo de Social Tic”.
El equipo está comprendido por 4 personas que logran mantener todo extremadamente activo, hay una sinergia que permite a todos hacer un poco de las 3 áreas que comprende la organización: seguridad digital, datos e infoactivismo. No está de más recalcar que siempre andan en constante investigación y buscando cómo compartir las experiencias, pues para ellos no hay un libro de texto que les enseñe cómo cambiar las cosas a través de la comunicación y las tecnologías.
La intención no es solo promover la cultura abierta sino también los datos abiertos. Ante la ya conocida consigna de “la información es poder”, es necesario que la información pública esté accesible para poder empoderar a la ciudadanía y solucionar Social Tic se enfoque en ver cómo pueden habilitar a quienes quieran ser actores de cambio mediante el uso de la tecnología y la información.
Como todo es bastante nuevo y va muy rápido en constante cambio, lo que más hacen es capacitar. “Brindamos entrenamiento y trabajamos con grupos en temas de activismo, uso de datos y seguridad digital. También hemos visto que ha sido crucial incidir en comunidades multidiciplinarias, pues no podemos compartir si no estamos mezclándonos”, explica Casanueva.
Asimismo, Social Tic no puede ver su trabajo realizado si no han garantizado los derechos humanos y en particular la libertad de expresión. Para ellos las voces de los defensores de los derechos humanos son las que más deberían ser escuchadas y a su vez, ser capaces de poder tocar los temas coyunturales en medios libres. Sin embargo, no tiene caso tener esos espacios, sino son aprovechados debido a la autocensura que generan las amenazas y agresiones. “Por eso nos consideramos promotores de los derechos humanos, nuestra intención es devolverles la voz a esos defensores, para que puedan llegar a apoderarse de los espacios libres”, expresa.
Afinidad natural con Centroamérica
La organización ha trabajado muy estrechamente con los países centroamericanos, en una retroalimentación muy fructífera. En Nicaragua por ejemplo, Norman García, representante de la Comunidad de Software Libre de Nicaragua, ha trabajado en conjunto con Social Tic en el aspecto de la seguridad digital.
Actualmente hay entre 70 y 80 personas activas en dicha comunidad, por lo que a 8 años después del primer evento de software libre en el país, ya hay un pilar bastante sólido que ha logrado mezclar a nuevos componentes, con grupos experimentados de los primeros movimientos de software libre en los años 90.
Norman, quien es ingeniero en telemática, ya tiene gran experiencia en capacitar a organizaciones de derechos humanos en temas de seguridad digital y para él, tomar conciencia en la importancia del uso y de las herramientas digitales cuesta mucho. “Requiere bastante esfuerzo lograr que tomen con seriedad el asunto, se preocupan por la seguridad física, pero si es digital ya no quieren, ya no importa, creen que es imposible, entonces es una mentalidad arcaica creen que nadie les va a intervenir sus comunicaciones, entonces lo que se hace en ese caso es dar ejemplos de organizaciones que han pasado por problemas serios debido a la inseguridad digital, no solo en otros países, sino aquí en Nicaragua ya ha pasado y es hasta ahí que caen en cuenta”, comenta.
No obstante, se ha visto que luego de darles seguimiento son pocos los grupos u organizaciones que lo ponen en práctica, pues es como una reflexión bien introspectiva que se tiene que dar en todos los rincones de dicho equipo, deben de sentir la necesidad de asegurarse digitalmente como si fuera una convicción y esto es un proceso interno.
La soberbia reflejada en contraseñas y usuarios
“Todavía existe esa mentalidad que no está asociando que la vida digital (comunicaciones, documentos, transacciones, etc.) no es solo eso, no son cosas que se quedan en un mundo aislado y se apaga la computadora y todo se acaba. No se cree que detrás de eso existe una identidad, que somos nosotros, y que puede estar en riesgo”, afirma Sergio Araiza, miembro de Social Tic en donde es responsable del área de seguridad digital para defensores de derechos humanos y periodistas y también está a cargo del análisis de datos para la incidencia de políticas públicas.
Araiza ha estado trabajando activa y directamente con defensores, desde desarrollo de protocolos hasta auditorías completas de seguridad digital, lo suficiente como para notar que las capacidades dentro de las organizaciones en Centroamérica son casi inexistentes, son pocas las que tienen alguna clases de política respecto a sus comunicaciones o por lo menos el respaldo mínimo de los documentos que sea de carácter sensible.
Para él, esta complicación aparece porque hay una mentalidad arraigada de que no es tan grave o tan relevante la protección digital, el defensor no se asume como defensor y en el ámbito digital todavía menos. “Cuando ocurre una amenaza en el entorno físico usualmente siempre hay una agresión digital que pueden ser amenazas, espionaje, robo de equipo, pero se va menospreciando porque se siente que al apagar la compu o cerrar una cuenta de Twitter o Facebook desaparece todo y lo cierto es que no. También llegan a confundirlo con agresiones del entorno común, se toma como violencia callejera y no se piensa más allá”, expresa.
Por otro lado, Araiza también considera que tiene mucho que ver la soberbia que el defensor adopta voluntaria o involuntariamente. “Se cae en una utopía de seguridad que ellos no deberían aceptar porque son defensores ante una injusticia y están luchando por resolverla, entonces piensan ‘a mí no me va a pasar, no tengo nada que perder, por qué debería de hacerlo’, es básicamente una medalla recibir una agresión y salir ileso de ella”.
Por eso la propuesta es que debería haber una dinámica dentro de los grupos de activistas, defensores o periodistas en donde deban entender que para participar tienen que tener una contraseña segura, por ejemplo. “Debes estar consciente de tu rol y de la calidad y cantidad de información que manejas, pues las personas que beneficias (pueden ser obreros, víctimas de violencia, migrantes, etc.) están en riesgo por todo los datos que guardas en tu computadora. Hay que estar claros de eso, de cómo le puedes arruinar la vida a alguien más, contrario a lo que es el propósito inicial de tu organización. De ahí vuelve el elemento de soberbia al no pensar en esto. Es por eso que si estas iniciativas bajan desde la cabeza del proyecto hacia las ramificaciones, el cambio es mucho más suave y efectivo, al revés, es más complejo”, puntualiza.
Escrito por Malva Izquierdo
Fotos cortesía de los entrevistados