La menstruación, aún en nuestros días, es un tema tabú, estigmatizado, censurado, lleno de mitos y del que muchas personas no se atreven a hablar sin antes bajar la voz. Pero, ¿por qué, en pleno siglo XXI, algo tan natural es tratado con tanto secretismo?
Desde la antigüedad, la regla fue un hecho sin explicación, que iba más allá de la comprensión, y como es ley de nuestra humanidad rechazar y temer a lo desconocido, la menstruación comenzó a ser relacionada con lo inmundo. Una muestra de ello se encuentra en el Antiguo Testamento de la Biblia, específicamente en Levítico 18-19, en donde se hace referencia al proceso de una forma bastante despectiva: «No tendrás relaciones sexuales con ninguna mujer durante su período de impureza menstrual». Y esta misma percepción de la regla como algo impuro persiste en muchas otras culturas y religiones, aparte de las judeocristianas.
Pero la menstruación no solo ha sido rechazada por ser incomprendida, sino por ser un proceso propio de la mujer, ese ser culpable de probar el fruto prohibido, y por ello condenado al dolor y la sumisión. Desde entonces hemos vivido atadas a leyes y construcciones sociales creadas por el sistema patriarcal. Y, precisamente, la regla es mal vista por atentar contra ese sistema, contra esa imagen de fémina moldeada por los hombres, contra ese ideal de belleza femenina que nos dice que debemos ser limpias, atractivas y delicadas. A las mujeres no nos quieren «sucias», con manchas de sangre y con malos olores; nos quieren puras, virginales y santas. Nos quieren todo, menos humanas.
Todas esas ideas sobre el ciclo menstrual fueron poco a poco implantadas en la mente de las mujeres; nos han hecho creer que nuestra naturaleza es sucia y despreciable… y, tristemente, nos lo hemos creído. Incluso en la actualidad, no es extraño ver que en los colegios, universidades y trabajos las mujeres escondan la toalla sanitaria como si se tratara de algo malo. O cómo al abordar el tema, incluso entre nosotras mismas, no faltan las expresiones y muecas de asco.
Y esta situación de silencio acarrea consigo un problema mucho más grave: el problema de la ignorancia, del miedo a preguntar y aclarar las dudas. Muchas jóvenes desconocen aún cómo funciona el ciclo menstrual porque en sus entornos familiares y escolares no son informadas sobre el tema; entonces la menstruación se vuelve, desde el primer día que aparece, en algo problemático, indeseable y motivo de vergüenza para la niña o adolescente.
Por tanto, es necesario educar desde la niñez sobre los procesos naturales en el cuerpo de la mujer, dejando a un lado estigmas y prejuicios. Solo así lograremos acabar con moralismos y creencias que afectan nuestra seguridad e integridad como seres humanos.
Fotos cortesía de: LaSimone Plus
Escrito por Daisy Largaespada