Gema Benavides, conocida como Uma Devi, ha encontrado en el yoga un estilo de vida donde cada día se reinventa y logra encontrar una mejor versión de sí misma.
«Estaba en un proceso de cambio en mi vida personal y empece a meditar, busqué tutoriales sobre cómo hacer yoga en casa, investigué más y luego de eso ya me metí de lleno en todo este camino», cuenta.
Uma estudió Administración de Empresas y en ese tiempo su trabajo también era una gran carga para ella, «llegue a manejar hasta 100 empleados y no quisiera volver a eso nunca».
Es así como nació el Yoga Urbano Managua, un proyecto fundado por Uma, en donde quiso compartir su experiencia con otras personas para lograr un cambio integral en mas vidas.
«Así como el yoga cambió mi vida, mi percepción del mundo y la conciencia, quería que otra gente accediera a eso también, pues aunque es para todo público, el yoga aun continúa viéndose como algo de élite y no es así».
Fue así como impartió su primera clase de yoga en septiembre del 2014 con 70 personas en el Parque Japonés.
«Para mí fue increíble porque en ese tiempo no era instructora, a los pocos días alguien me escribio y organizamos la segunda clase. De ahí en adelante una clase por mes, un año después eran 2 al mes».
Yoga Urbano Managua (YUM) siempre ha sido gratuito y disponible para todo público, así lo han mantenido dándole calidad con la inclusión de profesores extranjeros.
Y aunque actualmente Uma no está a cargo de la iniciativa, ha dejado el proyecto en buenas manos, con un colectivo fuerte y enfocado a mantenerlo como un proyecto activo en el país.
«Siempre he creído que es bueno renovar las energías, que hayan nuevas ideas y pensamientos. El equipo de ahora está haciendo cosas increíbles, el movimiento va para largo».
Uma considera que es difícil vivir del yoga en Nicaragua y vivirlo como realmente es, un estilo de vida que cambia perspectivas.
Sin embargo, no se ve haciendo otra cosa ni quiere salirse del yoga. De hecho planea en un futuro habilitar clases de teoría filosófica o desarrollar kirtans, los cantos a través de mantras, que permiten la sanación a través del sonido y la voz.
El yoga ha cambiado su vida en el ámbito personal también, ha aprendido a no desgastar las energías de los demás ni la propia, su ego se ha hecho pequeño y ha comprendido que no lo puede controlar todo.
«Me ha hecho consciente, ya no me da miedo ni me preocupa exponerme o cometer un error, me hizo vivir en el presente, trato de vivir de la manera más austera posible. El mayor reto que me ha dado el yoga es no juzgar a nadie y respetar opiniones distintas a la mía».
Sus comienzos como instructora tiempo completo no comenzaron hasta que se dedicó a impartir yoga para niñas y niños, un espacio donde su hijo fue su primero alumno.
«En ese tiempo tenía 3 años y estaba super rebelde, triste y entonces el yoga le cambió la vida a él también».
Ahí se dio cuenta que necesitaba técnica y quiso certificarse, así que comenzó a conectarse con muchos profesores para dejar el ego atrás y aprender lo más que se pueda.
«En el yoga cuando el alumno está listo el maestro aparece, me enteré de la certificación con Jaime Sánchez, un profesor de 70 años y me encantó su práctica, sobre todo la filosofía de vida más que el aspecto física, aunque es un hombre extremadamente fuerte y ejercitado».
Eso la llevó a conocer a su guía espiritual, Devamurti Richie, quien le dio el nombre de Uma Devi, «madre protectora» en sánscrito.
«Me lo puso porque por mucho tiempo estuve insegura acerca de mi condición de madre porque no tenía una pareja y porque sentía yo que tenía este bloqueo de ser madre».
Richie le hizo reconocer qué importante es ser madre y proteger a tus seres queridos, «ser como la Pachamama, que le hacemos cualquier chanchada y siempre te da un palo de mango. Y es que mi vida como yogui comenzó con esa conciencia de ser mamá».