William González Guevara tenía once años cuando dejó el barrio San Luis Sur de Managua donde vivió sus primeros años, construyó recuerdos, los primeros amigos, y donde conoció la poesía y se atrevió a escribir sus primeros poemas. Llegó a España en el año 2011 y encontró en los versos un remedio para la nostalgia de sentirse separado de esa primera vida.
“La soledad de niño inmigrante en una ciudad tan significativa como Madrid y, sobre todo, el hecho de crecer en un barrio obrero como Carabanchel, me llevó a consolidar una unión muy fuerte con la lectura de poesía y, posteriormente, con la escritura. Empecé a escribir porque era la única forma de sentirme cerca de Nicaragua, la manera de no olvidar a mi patria madre”, confiesa William.
Es por ello, que tanto en Inmigrantes de segunda (2023) como en Los nadies (2022) y Me duele respirar (2023), de una u otra manera está presente Nicaragua y esa nostalgia por la patria.
“Seguramente, si no hubiera nacido en Nicaragua, no creo que escribiera poesía. Mi poética se nutre, en gran medida, de la nostalgia de mi infancia en Nicaragua. Es decir, empecé a escribir para sentirme cerca de Nicaragua. Abandonar ese triangulito repleto de lagos y volcanes me dolió tanto, que escribirle es mi forma de sentirme cerca”, confiesa William.
Este año, gracias al poemario Inmigrantes de Segunda, se convirtió en el primer centroamericano en ganar el Premio Hiperión de Poesía, uno de los galardones más importantes de la poesía joven en lengua española y que a lo largo de 37 años ha reconocido a poetas como Andrés Neuman.
Durante el acto de entrega del XXXVII Premio Hiperión, realizado en el marco del Festival Centroamérica Cuenta en España, William dedicó el reconocimiento literario y su poesía a los inmigrantes latinoamericanos, principalmente a las trabajadoras del hogar, como su madre.
Inmigrantes de segunda está dedicado a los migrantes latinoamericanos, especialmente a las trabajadoras del hogar, ¿por qué era importante para vos visibilizar a ese sector?
Este es un sector ignorado por todos. Las empleadas del hogar no interesan a nadie. Ni a los partidos políticos, ni al feminismo, a nada. Y esa invisibilidad me llena de rabia. Mi madre ha dedicado la mitad de su vida a trabajar como empleada del hogar, limpiando casas, dúplex, pisos, chalés de las zonas más caras de Madrid.
Se me parte el alma ver que esas mujeres, la mayoría de ellas latinoamericanas, aunque hay también también rumanas y filipinas, trabajan 12 horas o más: planchan, cocinan, limpian. Son como robots. Y, en este país, nadie habla de ellas. Así que Inmigrantes de segunda es un homenaje a esas mujeres, porque en todas ellas veo el rostro desgastado de mi madre.
En ocasiones has dicho que tu mayor premio es que te lean en los barrios marginados, ¿por qué creés que la literatura y la poesía debe volver la mirada a los barrios?
Yo crecí en Carabanchel, un barrio muy obrero del sur de Madrid, donde muchas familias hacen malabares para llegar a fin de mes. Aquí muchos jóvenes me dicen que ven la poesía como algo elitista, de hombres sabios que van dando lecciones de vida. Aquí, la realidad es otra; hay colas de gente sin trabajo, filas y filas en los bancos de alimentos. No hay charlas ni residencias poéticas, aquí hay charlas sobre cómo dejar las drogas.
No creo que a esos poetas alejados de la realidad les interesen este tipo de cosas. Y, sintiéndolo mucho, a mí sí me interesan y no hay satisfacción más grande que ver a estos chicos cómo descubren a Darío, a Cardenal, a Emil Cioran gracias a mis poemarios. Ese es el mayor premio. A veces recibo correos de cárceles o centros de menores, donde utilizan mis poemarios para charlas y los chicos se interesan por mi obra. Si la poesía no es emocionar, no sé qué será.
¿Qué reacciones o comentarios te han compartido en esos espacios más cotidianos o en los barrios?
Un día volviendo de la universidad muy cansado, cuando aún llevábamos mascarillas y solamente se nos veían los ojos, un chico subió con su madre en la estación de metro Vista Alegre de Madrid. Al entrar, se me quedó mirando fijamente y se acercó estirándome su mano para estrecharla con la mía y me dice: “¿Tú eres William? ¿El de Los nadies?” Me sorprendió tanto que quería comprobar si de verdad se había leído el libro haciéndole preguntas concretas sobre sus poemas favoritos y me quedé loco, pues no solo se había leído el libro, sino que se sabía versos de memoria.
Es un momento que guardo con mucho cariño en mí. Muchos el primer poemario que leen tras años de lecturas obligatorias en el instituto es el mío. A mí eso me llena de felicidad, más que cualquier premio del mundo.
Los nadies e Inmigrantes de segunda te han valido grandes reconocimientos internacionales, ¿qué ha cambiado para vos después de esto?
Aquí en España muchos creen que en Centroamérica los jóvenes no escriben y se equivocan. A pesar de llevar más años viviendo aquí que en mi país de origen, siempre tengo presente la calidad literaria que hay en Centroamérica en todos los sentidos.
Estos reconocimientos me han servido para decir: “Oye, en Centroamérica también hay gente escribiendo. Hacedles caso”. En ese sentido, estoy muy agradecido con los galardones, el altavoz que me han brindado mis versos y, por supuesto, saber que soy el primer centroamericano en ganar el Hiperión me enorgullece, ya que ha sido un trabajo de muchísimos años.
Los autores centroamericanos no suelen tener un gran reconocimiento fuera del continente, al menos no a nivel popular, ¿cómo ves el espacio para las centroamericanas y los centroamericanos en España y en el resto de Latinoamérica?
En España el panorama tiene una asignatura pendiente y es leer lo que se está haciendo al otro lado del Atlántico. Allá cada uno con sus intereses, pero incluso los propios poetas jóvenes me lo han confesado en alguna que otra entrevista que les he hecho en su momento. Los autores centroamericanos no hace falta que inventen nada, con contar les basta.
Y, por supuesto, que un premio te puede dar algo de visibilidad, pero no lo es todo. Escribir es lo que importa. Como me dijo Sergio Ramírez una vez: “Si te quedas mirando los premios de frente… al final no consigues nada”. Yo gané 3 premios en 10 meses, que caí en la cuenta cuando Sergio me hizo la apreciación, pero en esos tres premios hay un trabajo de 12 años.
La poesía no es un premio ni un concurso literario. Para mí la poesía es emocionar.
¿Creés que Centroamérica está produciendo buena poesía?
Siempre se ha producido buena poesía en Centroamérica. Hay grandes nombres como Luis Chaves, Carlos Fonseca Grigsby, Rolando Kattan, Mayra Oyuela. Así, entre jóvenes nicaragüenses actuales, por ejemplo, está Andrés Moreira. La problemática radica en el sector editorial, que es paupérrimo. Sin embargo, la calidad literaria centroamericana seguirá siendo abrumadora. Estoy seguro de ello.