Las mujeres rurales centroamericanas producen más de la mitad de los alimentos que se consumen en la región y a la vez son jefas del hogar, cuidan de sus hija/os y mayores, trabajan dobles jornadas, crían animales, conservan conocimientos y prácticas tradicionales eco-sostenibles y se organizan dentro de sus comunidades
Entonces cabría preguntarse: ¿se les están reconociendo todas estas múltiples responsabilidades? ¿Se les reconoce como productoras? ¿Se les reconoce su gran aporte a las economías locales? A pesar de su relevante contribución el papel de las mujeres rurales es casi invisible.
Las desigualdades que afectan a las mujeres rurales son parte de una crisis global y sistémica en donde las grandes élites económicas siguen imponiendo sus intereses sobre el resto de seres humanos, marcando más las desigualdades sociales y aquí las mujeres rurales pierden más.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en todo el mundo las mujeres apenas manejan el 18% de las explotaciones agrícolas, reciben sólo el 10% de los créditos y el 5% de la asistencia técnica (2010).
En el año 2015 se realizó el Informe Tierra para Nosotras elaborado por la Red Centroamericana de Mujeres Rurales Indígenas y Campesinas (RECMURIC) donde explica que la brecha de género en el acceso y propiedad de la tierra responde a múltiples causas que están relacionadas entre sí y tienen que ver fundamentalmente con factores estructurales de carácter legal, político, cultural e institucional. Las brechas siguen ampliándose y en la práctica las mujeres tienen cada vez menos tierra, de mala calidad y sin seguridad jurídica.
Según el informe, cuando las mujeres rurales en Nicaragua no se encuentran aseguradas jurídicamente sobre tierras, automáticamente quedan excluidas de los programas de crédito porque al no contar con una parcela como garantía se les impide acceder a esos créditos, y a la vez quedan excluidas de participar de otros programas de inversión, producción y asistencia técnica al carecer de tierra propia para desarrollar la producción.
El último censo agropecuario de Nicaragua (2011) contabilizó 61,000 mujeres productoras agrícolas respecto a una población total de 1,100,000 mujeres rurales.
En cambio, al poseer tierras aseguradas jurídicamente se mejoraría la productividad agrícola hasta un 30% aportando a la erradicación de la pobreza, a mejorar los niveles de empleos, al acceso a diversidad de alimentos y a precios bajos y a la mejoría de ingresos en las economías locales.
De acuerdo al Informe Tierra para Nosotras, el derecho de las mujeres a la tierra es clave para garantizar la igualdad de derechos, equidad de género, bienestar y calidad de vida, empoderamiento económico e inclusión social. Así mismo, se ha demostrado que las mujeres propietarias de tierra tienen menos probabilidades de sufrir violencia que las que no poseen tierra, pues al poseer bienes propios la capacidad de sobrevivir económicamente se fortalece.
Por otro lado, las mujeres rurales al estar aseguradas jurídicamente adquieren mayor confianza y por ende una mayor participación en la política, rompiendo así el paradigma de que los hombres son los únicos sujetos competentes en el ámbito público.
Según el Informe Tierra para Nosotras (2015), la quinta parte de los granos básicos y más de la tercera parte del café y ajonjolí que se producen en Nicaragua dependen del trabajo de las mujeres.
La tierra es mucho más que un recurso económico. Forma parte de la identidad individual y colectiva y es un factor clave en la vida social y familiar ya que condiciona las relaciones de poder que se dan entre hombres y mujeres (IFAD 2008).
Escrito por Ximena Castilblanco
Tan bellas las fotos. Me parece bien abordar este tema, mientras lo leìa tambièn pensaba en las y los jóvenes de las comunidades, saber como están? en que andan? es igual que los de Managua?